

Luego caminamos por una de las tantas calles que convergen en el palacio, sin lugar a dudas, el lugar más turístico de la ciudad. Una disposición curiosa la de las calles de Karlsruhe, que por lo visto fue capricho del marqués Karl Wilhem, que decidió construirse una humilde chabola en medio de la selva negra con la intención de que el pueblo creciera a su alrededor. Pasarían unos años hasta que alguien pudiera verlo desde arriba, pero les quedó así:

Y visto desde el suelo:





Como estábamos a un par de paradas del hotel, pagamos el precio un poco mosqueados, pero bueno, ya solo quedaba encontrar la línea y la dirección correcta, al menos para esto sí que funcionaba como el de Madrid o el de Barcelona, con la única diferencia de que en las ciudades grandes de España, por cada vía pasa UNA sola línea de metro. En Stuttgart, y supongo que en toda Alemania, pasan hasta cuatro líneas por cada vía, de modo que hay que fijarse en el número que llevan encima antes de subir en un metro (una vez nos confundimos, y menos mal que nos dimos cuenta antes de llegar a la siguiente parada xD). La verdad es que es una idea genial, ya que así se ahorran tener que levantar media ciudad para construir UNA vía por línea.

Por otra parte... Pagas el billete, sí, pero no hay ningún control que regule el acceso a la vía. No hay máquinas de esas en la que metes el tícket, cruzas la valla, y lo vuelves a recoger por el otro lado, no. Aquí entras al tren directamente y dentro de él hay una máquina donde meter el ticket y validarlo... Si quieres. Vicky y yo íbamos con nuestro ticket en la mano, esperando a que alguien se dignase a validarlo y tomar ejemplo, ¡¡pero es que no lo hacía nadie!! Asumimos que la máquina estaba de adorno, así que desde entonces cada vez que nos montábamos en el metro lo hacíamos con nuestro ticket (del primer día) en la mano, con cara de despistados, por si acaso nos llamaban la atención.
Según Rigo, más curtido en estos temas, la gente del lugar tiene su propio bono de X meses, y que no validan nada porque claro, ya lo tienen pagado. Dice que en caso de que te pillen sin billete te meten un multazo de 60€ o así... Pero sinceramente, ¿a quien coño le importa? Sí, está bien saberlo para otra vez, pero bien está lo que bien acaba, y a nosotros nos salió la jugada perfecta. Está claro que en España no podemos montar una red de transporte público confiando en la buena fe de la gente, con lo que nos gustan las cosas gratis...
Habiendo recorrido una parada, el metro emergió a la superficie dando a parar a escasos diez metros de nuestro hostal, el "hotel" Espenlaub. El portal por el que se accedía pertenecía a un bajo en el que también había un Kebab que daba a la calle, por lo que siempre que entrábamos nos embriagaba un aroma a carne asada capaz de engatusar al más verde de entre los vegetarianos. Nuestra habitación era pequeña, y cada vez que abríamos la puerta nos sacudía un intenso olor a tabaco, al que te acostumbrabas cuando llevabas un rato dentro del habitáculo... Pero era especial. Las ventanas daban, como no, a la parada de Olga-Eck, donde nos habíamos bajado. Lo primero que hizo Vicky al entrar fue bajar las persianas.
Al salir de aquel agobio merodeamos por los alrededores buscando dónde cenar, recorriendo de un lado a otro la calzada de la que debería llamarse "Kebabstrasse", pues no habría menos de 15 locales especializados en comida turca solo en esa calle. Afortunadamente, no

Sonó el despertador. Sonó de nuevo a los 5 minutos, y una última vez a los 10 (maldita opción del demonio). Teníamos que despertarnos, ¡¡estábamos en Stuttgart joder!! me levanté de la cama para levantar la persiana
e inundar la habitación de luz solar. Cuán grande fue mi sorpresa al contemplar la calle como si de una postal navideña se tratase, ¡¡había caído como un palmo de nieve!! eso sí: a esa hora (sobre las 8:00) la nieve ya había sido retirada de las calzadas para comodidad de los viandantes. Desayunamos rápidamente y anduvimos calle abajo observando, entre otras cosas, cómo los árboles sin hojas habían quedado adornados con un ligero manto blanco, el mismo que se posaba sobre los coches aparcados, que más bien parecían enormes ovejas mecánicas.
Conforme fuimos avanzando nos fuimos adentrando en la zona más turística de la ciudad. Pasamos por una plaza [abajo] que quedaba al lado del (cojo aire) Württembergisches Landesmuseum (museo de la historia de esa parte de Alemania) y de la Stiftskirche (una iglesia)...
... Sita junto al emblemático Schlossgarten [abajo], que junto a sus blancos jardines conformaban en ese momento un precioso paisaje invernal. En el extremo opuesto del palacio se hallaba un pequeño centro comercial, de los que tanto había en el centro, con su interior debidamente climatizado.
En el camino hacia al Calwer Ecks Bräu nos topamos con una Königstrasse delicadamente adornada por la nieve [abajo] y nos cruzamos con tentaciones culinarias varias que hubiésemos evitado de no ser porque creíamos que sería la última oportunidad de probar un currywurst en Alemania, al menos durante esos tres días; y los últimos tallarines antes de que volviésemos a Wacken allá por Agosto. Al menos en esto último teníamos razón...
1 comentario:
Ains^^ gracias por la mención, todo un placer señoritos, pa la próxima más... pero dejadme que vaya yo antes de que volváis no?¿?xDD
Mu bonito todo nevado y joder, os visteis quinientas Brauerei!!
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